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Cadasa experimenta con un nuevo reactivo para reducir los malos olores en Maqua

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La sustancia, que ha sido aplicada en otras depuradoras europeas y tarda tres semanas en dar resultados, enmascara la actividad de los sulfatos.

La corrosión no sabe de plazos, fechas, proyectos ni controversias políticas. Avanza donde puede y acelera sin respiro cuando vive en un entorno favorable. Esas son las condiciones que se dan en las instalaciones de la planta de tratamiento de aguas residuales de Maqua, un caso excepcional donde confluyen muchos factores para que los sulfatos hagan estragos. Las consecuencias son el deterioro casi irreductible de la depuradora y los siempre molestos malos olores para los trabajadores de la planta y los vecinos de la zona. Es una batalla casi diaria en la que el gobierno del Principado lucha contra la corrosión pieza a pieza, tornillo a tornillo, en un proceso de sustitución casi continua que no aguanta ni los certificados de calidad ‘inoxidable’ de las piezas.

A pesar de que está en marcha la redacción de un anteproyecto por parte del Gobierno central para abordar una profunda remodelación de las instalaciones, el Consorcio de Aguas de Asturias (Cadasa) no ceja en su empeño de luchar contra la corrosión y los malos olores puntuales que se producen en Maqua por la acción de los sulfatos. Ese es el enemigo número uno de la depuradora, la generación de ácido sulfhídrico, un compuesto inorgánico que se origina tanto de forma natural como por las actividades industriales humanas. Es una toxina que afecta el medio ambiente y la salud de los seres vivos en grandes concentraciones, pero desempeña un papel importante en el organismo, además de ser esencial en muchas aplicaciones industriales. Una de sus características más destacadas es su particular olor a huevo podrido o alcantarilla, generado por la descomposición de la materia orgánica que contienen azufre.

Cadasa experimenta desde el martes con un nuevo compuesto que desata una reacción química cuya propiedad sería, según defiende la marca belga que lo comercializa, inactivar o enmascarar la actividad de los sulfatos que producen por acción del metabolismo el ácido sulfhídrico, principal causa de los malos olores y de la corrosión de la planta. Los efectos no son inmediatos, ya que se calcula que no serían perceptibles hasta dentro de aproximadamente tres semanas.

El objetivo de estas pruebas es dar un paso más en la lucha contra los efectos del ácido, para mejorar la seguridad de los dieciséis trabajadores de la planta depuradora, frenar la corrosión de las instalaciones y paliar los malos olores puntuales que se detectan en el exterior de la planta. No obstante, la causa de los mismos depende de muchos factores debido al origen variado de los residuos que llegan a la depuradora procedentes de casi cincuenta kilómetros de colectores de Avilés, Castrillón, Corvera y Gozón, además de los vertidos de empresas y de la importante filtración de agua marina, que en determinadas condiciones impide el normal funcionamiento del proceso biológico. La climatología juega también un factor determinante.

Inversión constante

La experimentación con un nuevo reactivo que enmascare la acción de los sulfatos es solo un paso más en las inversiones de la Consejería de Medio Ambiente a través de Cadasa para paliar las consecuencias de la corrosión, los malos olores y, en algunos aspectos, la deficiente construcción de la planta depuradora.

Periódicamente se tienen que sustituir piezas oxidadas a pesar de sus garantías de calidad de fábrica, en muchas ocasiones por plásticos resistentes para evitar la corrosión. Incluso la cúpula ha sido reforzada en su interior por un anillo de vigas para que el puente grúa no transmita su fuerza sobre la ‘red’ de nudos que sostiene las láminas de plástico, que a su vez han tenido que ser protegidas con una red exterior para que no salgan volando con rachas de viento que a veces alcanzan los cien kilómetros por hora.

También se han cerrado de forma hermética las zonas donde rompen carga las aguas residuales que llegan a la depuradora, que antes estaban abiertas, se han reforzado los sistemas eléctricos que permiten medir los niveles de emisiones.

La planta recibe cada día 70.000 metros cúbicos de aguas residuales que son analizadas de forma continua. Además, este verano se realizará un estudio olfatométrico para medir la presencia de olor y su distribución en función de las condiciones meteorológicas.

Fuente de la noticia: La voz de Avilés