El Ayuntamiento y la EMA se suman hoy a las actividades por el Día Mundial del Retrete, que se celebra cada 19 de noviembre y que centra la atención en la relación entre los váteres y los sistemas de alcantarillado y el medio ambiente
En pleno siglo XXI, cerca de 4.500 millones de personas no cuentan en sus viviendas con inodoros ni con sistemas que eliminen los excrementos de forma segura, y unos 892 millones siguen defecando al aire libre, contaminando el suelo y el agua que después consumen. Esta exposición a las heces humanas tiene consecuencias sobre la salud pública, las condiciones de vida y de trabajo de las personas, la nutrición, la educación y la productividad económica en todo el mundo, y además contribuye a enfermedades como la diarrea, que cada año provoca la muerte a 361.000 niños menores de 5 años.
Con la intención de acabar con los tabúes acerca de los retretes y convertir el saneamiento en una prioridad de desarrollo mundial, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 19 de noviembre como Día Mundial del Retrete. Fue en 2013 y, desde entonces, durante esta jornada se busca concienciar a la población sobre la problemática del saneamiento mundial y la necesidad de actuar, así como informar sobre la importancia que tiene lo que se tira por el inodoro y su influencia sobre el medio marino, y animar a toda la ciudadanía a colaborar en la pro¬tección de los océanos.
El Ayuntamiento y la Empresa Municipal de Aguas de Gijón (EMA), muy implicados en la preservación de los océanos, se han sumado a las celebraciones de este 19 de noviembre, en el que se pretende centrar la atención en la relación entre los retretes y los sistemas de alcantarillado y el medio ambiente: el retrete no es una papelera.
Con este fin, la EMA y el área de Sostenibilidad y Cambio Climático del Ayuntamiento de Gijón han desarrollado una campaña para concienciar a toda la ciudadanía de que es imprescindible que por el retrete sólo vayan las tres “Pes”: pipí, popó y papel. Bajo este lema amable y con un toque infantil se esconde una realidad que está lejos de ser un juego de niños: todo lo que se tira por el retrete se tira al medio ambiente.
Como parte de la campaña se repartirán papeleras en centros escolares para que se coloquen junto a los inodoros. También se harán ¬talleres en los cursos de Educación Infantil para que ya desde bien pequeños sean conscientes de que las cómodas e inocentes toallitas tienen un lado mucho más oscuro y menos agradable, y con la esperanza de que sean los escolares de los colegios gijoneses quienes reprendan a sus mayores cuando no hagan las cosas correctamente. Se pretende conseguir la colaboración de establecimientos hoteleros y hosteleros de la ciudad, así como proporcionar información a trabajadores de sectores específicos como las residencias para mayores. Para ello se repartirán pegatinas, folletos informativos y carteles, en los que se explicarán las consecuencias de usar el inodoro como si de un contenedor de residuos se tratara.
Con frecuencia no se es consciente de que el inodoro no está pensado para tirar todo lo que se desea, y eso es causa de importantes problemas medioambientales y de atascos en las tuberías de las casas, en los colectores y, finalmente, en la depuradora. Las toallitas no se deshacen fácilmente e incluso las que se venden como biodegradables tardan mucho tiempo en hacerlo. En una ciudad como Gijón, el recorrido medio desde los domicilios hasta la depuradora es de menos de una hora, por lo que cuando las toallitas llegan a las rejas de desbaste hay que sacarlas y transportarlas al vertedero.
Cada año el camión-aspirador, comúnmente llamado “cuba”, de la EMA presta más de 3.000 servicios en la ciudad, la mayoría para solucionar los atascos provocados por todos aquellos elementos que se vierten por el inodoro y que deberían ir a los contenedores. Toallitas, restos de comida, preservativos, bastoncillos, hilo dental, compresas, pañales y trapos son algunos de los residuos que los operarios de la cuba tienen que sacar de las tuberías por no haber sido eliminados de manera responsable en los contenedores, con los inconvenientes y gastos que conlleva. Cada servicio de la cuba que el cliente demanda tiene un coste medio aproximado de 120 euros. Y los problemas no terminan en las conducciones de los edificios, ya que las toallitas y otros residuos que llegan al alcantarillado van reduciendo la capacidad de los colectores hasta que, en ocasiones, pueden llegar a obstruirlos por completo. Cada año la Empresa Municipal de Aguas de Gijón invierte más de 600.000 euros en solventar atascos que hasta hace poco, cuando las toallitas no existían, no se producían. Un problema añadido que tiene la reducción de la capacidad de los colectores por culpa de los residuos es que éstos no pueden asimilar la misma cantidad de agua que si solamente llevaran aquello para lo que están diseñados, lo que hace que los alivios involuntarios a los ríos se hagan más frecuentes y entrañen mayor gravedad.
En la depuradora el agua residual pasa en primer lugar por una rejas de desbaste y tamices. Las toneladas de objetos que no deberían estar ahí provocan que los impulsores se obturen y atasquen las bombas, dificultando y encareciendo el proceso depurativo. Por todo ello, antes de tirar nada por el inodoro, deberíamos pensar bien si realmente merece la pena. Y poner una papelera en el baño. El medio ambiente y la salubridad mundial lo agradecerán.
Fuente de la noticia: La Nueva España